El pintor naif o primitivista más reconocido de la ciudad de San Juan de Pasto es, sin lugar a dudas, el Maestro Pompeyo de Jesús Delgado Torres, quien nació el 30 de enero de 1937, empezó sus estudios en la concentración escolar de Miraflores y se egresó como bachiller académico del colegio Javeriano. En 1957 la Escuela de Pintura de la Universidad de Nariño le confiere el título de Profesor de Dibujo y Pintura. Se dedica a la producción artística siendo esta, su actividad económica de subsistencia aunque con muchas dificultades dadas la condiciones del mercado del arte en Pasto, razón por la cual se obliga a ejercer diferentes oficios, entre los cuales a trabajar como mesero del Restaurante La Cabaña, espacio decorado con algunas de sus creaciones y lugar donde, en 1971, conoce al promotor cultural de origen francés Claude Toulliou, y quien, motivado por la obra del maestro Pompeyo, busca generarle espacios de difusión y circulación a sus pinturas, logrando su acercamiento a la Casa de la Cultura de Nariño a través de su director, el Señor Camilo Orbes Moreno, que además, le permite instalar en el primer piso de la casa el taller de formación en dibujo y pintura, que luego se convertiría en la Escuela de Arte Agustín Agualongo. De esta manera, el maestro Pompeyo sale del anonimato y se convierte en un referente del arte de la ciudad y en un docente dedicado a la formación de jóvenes y adultos, a quienes instruyó con su estilo propio y disciplinado por lo que siempre se le reconoció. Es necesario señalar que el caso del maestro Pompeyo es bastante especial, y si se quiere, particular. Por su formación en la Escuela de Pintura de la Universidad de Nariño, podría decirse que no es un pintor naif o primitivista, pero si es de señalar que su estilo se debe, mejor, a una decisión valiente, de desprendimiento de lo sabido y de reencuentro con lo esencial, lo genuino, lo propio y personal.
Su quehacer artístico es puramente natural, inocente, retraído a lo popular, fue un testigo consiente de la ciudad y sus costumbres, de la Plaza de Nariño y los carritos de chupones entre el tumulto de gente que pasa con afán mientras otros leen el periódico en las bancas, no se le escapaba nada, ni los guaguas viringos y temblando de frío en el patio de la casa mientras la mamita los baña con taza y agua fría; los juegos de cartas, las cosechas de trigo, el Galeras imponente, el tráfico de carros, carretas de caballos cargadas con miles de cosas, procesiones religiosas presididas por militares y la banda de música. Pompeyo, a través de su primitivismo, demostró que el arte es mejor cuando es sincero, sin pretensiones, lleno de alegría e inocencia. Que es mejor cuando le permite al espectador reencontrarse con su infancia, recordar viejas costumbres y rincones de la ciudad, de manera desprevenida y con cierto desparpajo, natural. Porque en esta vida “¡no se gana pero se goza!”.
Álvaro José Gomezjurado Garzón
Director Ejecutivo Fundación Parynudillos